Historia

Cuenta el relato mítico que el legendario patriarca Haik, tataranieto de Noé, derrotó a los babilonios alrededor de 2.500 años antes del nacimiento de Cristo. Son diversas las leyendas que lo sitúan a la cabeza de ejércitos victoriosos contra los grandes caudillos de Mesopotamia. Al citado Haik se debería, por tanto, el primer estado armenio, al que el héroe habría proporcionado su nombre, que, en la Edad Media, evolucionó hacia la denominación de «Hayastan».

Algunos historiadores vinculan el surgimiento del pueblo armenio —formado probablemente tras la sedentarización de tribus indoeuropeas— con el reino de Urartu, a partir del siglo IX a. C. Con independencia de las diversas teorías que pretenden explicar su génesis, el hecho es que durante la Edad del Bronce numerosos pueblos habitaron esta región; establecer una filiación exacta para los armenios y determinar en qué medida las comunidades que ocuparon el área influyeron en la conformación de su cultura resulta una tarea prácticamente imposible.

Tras la caída de Ur, diversos reyes gobiernan el territorio armenio hasta su organización en satrapías dependientes de Persia. Según algunas fuentes, en tiempos de Darío I el Grande (522-486) es cuando se registra la primera alusión escrita, con signos cuneiformes, al país de Armina; no obstante, existirían menciones anteriores a los armenios, procedentes de tablillas hititas. Muerto Alejandro Magno y dividido su imperio entre sus generales, el territorio quedó bajo el poder seléucida. Durante esta etapa comienza una intensa helenización que daría interesantes frutos culturales durante mucho tiempo.
Armenia aprovechó el ataque de Roma contra los seléucidas (190 a. C.) para proclamar su independencia; Artashés I se convirtió en rey y fundó la ciudad homónima, en cuya construcción la historiografía romana sitúa al caudillo cartaginés Aníbal. Da comienzo entonces una etapa de esplendor que alcanzaría su punto culminante con Tigrán II (95-55 a. C.), cuando el reino comprende desde el mar Negro a Mesopotamia y desde el Caspio hasta Palestina. Con todo, esta gran tarea unificadora no sirvió de nada frente a Roma, que, con la ayuda de los partos, terminó por someter Armenia, si bien las crónicas se refieren a la región como «aliada».
En el año 301 Armenia adopta el cristianismo como religión oficial; a partir de este momento, el papel de la Iglesia armenia (que dos siglos más tarde se independiza de la griega) será fundamental para la configuración del estado y su conformación política, social y cultural. En 406 el monje Mesrob Mashdots creó el alfabeto, que habría de convertirse en otro elemento de cohesión fundamental para la identidad comunitaria.

Durante la Alta Edad Media la Persia sasánida al este y el Imperio bizantino al oeste luchan por ejercer su influencia sobre el territorio de la Armenia histórica. Son los dos grandes poderes del momento, que de manera alternativa se disputan la región. A la dominación persa sucede el triunfo del emperador bizantino Heraclio (629), que se concreta en un momento de prosperidad y esplendor cultural. Finalizado el siglo VIII, son los árabes quienes se hacen con el poder. Durante toda esta etapa, el grado de autonomía y la capacidad de influencia de los oligarcas locales dependerán de las circunstancias históricas y de la autoridad real de los dominadores en cada zona.
La independencia de Armenia llegará en el año 861, de la mano de Ashot Bagratuni, rey de Ani. Ashot se benefició de la coyuntura política y, aprovechando los deseos del sultán de propiciar el acercamiento con los armenios para contrarrestar el creciente poder bizantino en el área, obtuvo del Califato su reconocimiento como soberano.

El esplendor del Ani (hoy en territorio turco y antiguamente la capital del reino) se prolongó hasta la primera mitad del siglo XI. En 1045 la ciudad sucumbió ante el ataque bizantino y apenas treinta años más tarde, en 1071 (derrota de Mantzikert), fueron los turcos selyúcidas quienes asestaron el golpe definitivo al reino armenio de Ani. Durante esta época de enorme inestabilidad, algunos príncipes armenios se establecieron en Cilicia, en la costa mediterránea (actual Turquía), huyendo de la presión turca.

Tras la llegada de los turcos apenas cabe hablar de momentos puntuales de esplendor. A comienzos del siglo XIII se registra la presencia de los mongoles, que, en la centuria siguiente, convertidos al islam, emprenden la persecución contra los cristianos. En la etapa final del mismo siglo la desintegración completa de Armenia llegará de la mano de Tamerlán. Mientras tanto, el estado armenio de Cilicia se mantuvo durante casi tres siglos, hasta la llegada de los mamelucos de Egipto, en 1375. La relación con los cruzados durante estos momentos afianzó los vínculos con Occidente.

Los turcos otomanos, sustitutos de los selyúcidas, habían iniciado la conquista de Asia Menor en el siglo XIII. El año 1453, la toma de Constantinopla marcará un hito fundamental en la historia. El territorio armenio fue escenario de la lucha entre turcos y persas, dos imperios islámicos que terminarían repartiéndose un botín en el que, más adelante, entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII, participó también Rusia. Como resultado de este complejo juego de alianzas, el territorio de la Armenia histórica se vio notablemente cercenado. En el siglo XIX, una gran parte de la región estaba en manos turcas, mientras Rusia dominaba la zona oriental. En este contexto fue tomando cuerpo entre el pueblo armenio un sentimiento nacionalista que encontró en la Iglesia uno de sus principales puntos de referencia. El prestigio de la institución se fue afianzando a través de los siglos, dado que, bajo sus distintos dominadores, los armenios se habían mantenido fieles a sus creencias, haciendo frente siempre a duras persecuciones. El progreso cultural e intelectual cristalizó en demandas de mejoras sociales y jurídicas para la comunidad, a las que las autoridades de los imperios dominadores, muy especialmente en la zona de control turco, no supieron dar respuesta. Los armenios fueron perseguidos y sometidos a constantes vejaciones, y brutalmente reprimidos sus intentos de sublevación.
En 1908 se produce en Turquía el golpe de Estado que lleva al poder a los Jóvenes Turcos, partidarios de un régimen nacionalista extremo, antimonárquico. Bajo la promesa de libertad, igualdad y fraternidad para todos los pueblos que integraban el Imperio otomano, lograron la simpatía de aquellas comunidades sometidas al yugo del sultán Abdul Hamid II. No obstante, una vez en el Gobierno, impusieron el panturquismo y el panislamismo como bases ideológicas de su actuación, y llegaron a superar las atrocidades de la sanguinaria política armenófoba anterior, que a finales del siglo XIX había aniquilado a los armenios de Adana. En plena Guerra Mundial, tomando como justificación la aparente simpatía armenia hacia el enemigo ruso, el Gobierno de los Jóvenes Turcos perpetró el Genocidio de 1915. Acabaron con la vida de millón y medio de armenios que perecieron asesinados, víctimas del hambre y la enfermedad, condenados al destierro. Los supervivientes se vieron abocados al exilio.

Al término de la contienda Armenia proclamó su independencia, que apenas duró dos años. La promesa del presidente estadounidense Wilson de restitución de los territorios usurpados por Turquía durante el Genocidio nunca se cumplió. En 1920, como resultado de un nuevo enfrentamiento contra Turquía, Armenia vio su territorio reducido una vez más, al tiempo que su economía se resentía irreparablemente. Dos años más tarde se incorporaba como república socialista a la Unión Soviética.
Tras la disolución de la URSS, la República Socialista Soviética de Armenia declaró su independencia en 1991. En esta etapa inicial de los años noventa, la reivindicación de Nagorno Karabag, un enclave de mayoría armenia incorporado a Azerbaiyán de manera arbitraria en tiempos de Stalin, culminó en guerra abierta entre las dos repúblicas. A pesar del cese de las hostilidades, el conflicto no ha sido aún solucionado.
Hoy, la frontera Armenia con Azerbaiyan y Turquía permanece cerrada.