Genocidio Armenio

Treinta años antes del holocausto judío, en 1915, se produjo el primer genocidio del siglo XX, programado y llevado a cabo por el Gobierno de Constantinopla, que acabó con la vida de un millón y medio de armenios.

En un primer momento, los soldados y policías armenios fueron despojados de sus armas por la autoridad turca y agrupados en batallones de trabajo que se dedicaron a la construcción de caminos y a otras obras públicas; en el transcurso de estas tareas desaparecían espaciadamente o eran ejecutados en secreto. Después siguió la eliminación de los líderes religiosos y políticos, de los intelectuales y los artistas de la comunidad. Las deportaciones dieron comienzo en abril de aquel mismo año, en Zeitún, y se extendieron como una mancha de aceite por Van, Marash, Kars, Erzerun, Biblis, Ani, Trebizonda y por todos los lugares en los que se concentraba la población armenia. Los testimonios del forzado destierro de este pueblo, en interminables caravanas de hombres y mujeres hambrientos y sedientos por el desierto de lo que hoy es Siria, son innumerables. Un desfile inacabable de seres humanos camino de los despeñaderos del Éufrates, del fusilamiento, de la horca, de la violación, del golpe de sable, de la muerte por sed y hambre.

Este ha sido uno de los acontecimientos más terribles de la historia moderna, e igual de grave es la posición negacionista de los que cometieron la masacre como la de los que hoy se resisten a reconocerlo. Pese a que han transcurrido ya casi cien años y a que algunos intelectuales turcos se han movilizado para restaurar la verdad, en Turquía las matanzas de armenios son un tabú, el genocidio organizado por el Ejército no existió, fue una invención de Europa y de Estados Unidos para desmembrar el Imperio otomano. Los que murieron entre 1915 y 1923, según esta versión oficial, cayeron durante la Primera Guerra Mundial como castigo por haberse confabulado con Rusia —el enemigo histórico de Turquía— en un intento de acabar con el Imperio otomano. Negar tal versión oficial era y es un grave delito que está castigado con durísimas penas de cárcel.

El genocidio ya fue denunciado en su momento por historiadores e intelectuales, acusación que repite en nuestros días el premio Nobel de Literatura turco Orhan Pamuk, cuya reivindicación de la verdad le ha granjeado la imputación de traidor, un proceso «por denigrar la identidad turca» y amenazas de muerte. Al periodista armenio Hrant Dink su valentía le costó la vida en 2007.

El significado de la palabra ‘genocidio’

El término genocidio designa la matanza planificada de un pueblo con el propósito expreso de poner fin a su existencia colectiva; es, en este sentido, en tanto que destrucción concebida y organizada por un gobierno, el crimen de Estado por excelencia, ya que solo un gobierno tiene los recursos para llevar a cabo este plan.

El Genocidio armenio

Bajo la denominación de Genocidio armenio se conocen las atrocidades cometidas contra la población armenia del Imperio otomano entre 1915 y 1918, durante la Primera Guerra Mundial. Expropiadas sus propiedades, los armenios fueron expulsados de sus ciudades. Muchos de ellos, detenidos, resultaron asesinados y otros tantos fueron enviados al destierro; obligados a atravesar los desiertos de Anatolia y Siria, padecieron todo tipo de abusos a lo largo del camino y en los campos de internamiento donde se les confinó. Muchos murieron de hambre y sed. Las expulsiones y masacres se repitieron a comienzos de la década de los años veinte. En el año 1923, la destrucción de las comunidades armenias del territorio histórico occidental era prácticamente total. Se estima que fueron un millón y medio de armenios los que perecieron entre 1915 y 1923.

El 24 de abril

El régimen de los Jóvenes Turcos llevaba tiempo preparando un plan de exterminio de la población armenia; ya en los primeros meses del año 1915, en el contexto de la Primera Guerra Mundial, se habían filtrado diversos informes que hablaban de las atrocidades cometidas contra este pueblo en diversas zonas del este del Imperio. El Ministerio de Guerra había desarmado a los reclutas armenios del ejército otomano, bajo la acusación de traición por sus simpatías hacia el enemigo ruso, reduciéndolos a batallones de trabajo que operaban prácticamente en condiciones de esclavitud.

En la noche del 24 de abril de 1915, las autoridades turcas arrestaron a los líderes de la comunidad armenia de Constantinopla: dirigentes, intelectuales, científicos, escritores, artistas, médicos y religiosos. A partir de entonces centenares de armenios serían detenidos y encarcelados en el interior de Anatolia, donde, en su mayoría, serían ejecutados sumariamente. La metódica reducción de la población masculina, así como el arresto y el asesinato de los dirigentes armenios marcó las primeras etapas del Genocidio. En un primer momento estos ataques fueron silenciados al amparo de la falta de información generada por el conflicto, de modo que las verdaderas intenciones del régimen de los Jóvenes Turcos no fueron detectadas abiertamente hasta los acontecimientos del 24 de abril, que acabaron con la vida de algunas de las figuras públicas más relevantes de la comunidad armenia en la capital del Imperio. Además, se destruyeron iglesias, monasterios y manuscritos: junto con el exterminio del pueblo armenio, se imponía la necesidad de eliminar sus valores espirituales.

Los responsables

La decisión de llevar a cabo un genocidio contra el pueblo armenio correspondió a los máximos dirigentes del partido político en el poder en el Imperio otomano, el Comité de Unión y Progreso (CUP), popularmente conocido como los Jóvenes Turcos, y concretamente a las tres figuras que controlaban el Gobierno: Mehmet Talaat, ministro del Interior en 1915 y Gran Visir (primer ministro) en 1917; Ismail Enver, ministro de Guerra, y Jemal Ahmed, ministro de la Marina Militar y gobernador de Siria. El sustrato ideológico de tal actuación, basado en la idea de exclusividad étnica, fue el panturquismo propugnado por los Jóvenes Turcos, que pretendía la creación de un nuevo imperio con población exclusivamente turca.

Los testigos

Aunque el Gobierno de los Jóvenes Turcos tomó precauciones e impuso restricciones a la presentación de informes y fotografías, había muchos extranjeros en el Imperio otomano que presenciaron las deportaciones. Representantes diplomáticos estadounidenses y misioneros fueron los primeros en contar al mundo el Genocidio. Entre los numerosos oficiales alemanes (Alemania y Turquía fueron aliadas durante la Primera Guerra Mundial) que habían desempeñado misiones militares en el Imperio otomano, hubo algunos que informaron de forma confidencial a sus superiores en Alemania sobre la masacre de la población civil armenia. Muchos rusos vieron por sí mismos la devastación causada en las comunidades armenias cuando el ejército ruso ocupó parte de Anatolia. Asimismo, muchos árabes de Siria, punto de destino de las caravanas de deportados, contemplaron el lamentable estado de los supervivientes armenios que llegaron hasta sus tierras. Hubo también oficiales turcos testigos de las matanzas que ofrecieron su declaración en los tribunales de investigación que se organizaron tras la guerra.

La comunidad internacional ante el genocidio armenio

En mayo de 1915, Gran Bretaña, Francia y Rusia imputaron a los líderes de los Jóvenes Turcos la responsabilidad de este crimen de lesa humanidad; finalizada la contienda, exigirían al Gobierno otomano su enjuiciamiento. Hubo, asimismo, una fuerte protesta pública de Estados Unidos contra el maltrato infligido a los armenios. Los gobiernos estadounidense, británico y alemán patrocinaron la preparación de informes sobre las atrocidades y se publicaron numerosos relatos sobre los hechos. Pero a pesar de la indignación moral de la comunidad internacional, no se tomaron medidas sancionadoras contra esta brutal política ni hubo disposiciones concretas encaminadas a salvar al pueblo armenio de este atroz exterminio. Después de la guerra tampoco prosperaron las iniciativas para restituir al pueblo armenio sus inmensas pérdidas materiales y compensarlo de las humanas.

La diáspora

Muchos armenios que vivían en la periferia del Imperio otomano lograron escapar en un primer momento a la suerte de sus compatriotas de las provincias centrales de Turquía. La mayoría de los que vivían en Constantinopla, la capital, se salvó de la deportación. Decenas de miles de personas consiguieron abandonar Turquía e iniciaron una precaria existencia como refugiados. Hoy, sus descendientes componen la diáspora, integrada por aproximadamente ocho millones de personas de origen armenio que están establecidas por todo el mundo.